La oración por los enfermos no debe faltar nunca
Para el Papa Francisco, la enfermedad es una experiencia de “nuestra fragilidad, que vivimos generalmente en familia, desde niños, y luego sobre todo como ancianos, cuando llegan los achaques”. “En el ámbito de los vínculos familiares, la enfermedad de las personas que queremos se sufre con un «plus» de sufrimiento y de angustia”, explicó el Papa, y aclaró que es el “amor el que nos hace sentir ese «plus»”.
“Para un padre y una madre, muchas veces es más difícil soportar el mal de un hijo, de una hija, que el propio. La familia, podemos decir, ha sido siempre el «hospital» más cercano”, consideró Francisco.
Al referirse a la opción de Jesús por sanar al hombre de todo mal, de espíritu y de cuerpo, el papa recordó cómo Él “cuando un padre o una madre, o incluso sencillamente personas amigas le llevaban un enfermo para que lo tocase y lo curase, no se entretenía con otras cosas; la curación estaba antes que la ley, incluso una tan sagrada como el descanso del sábado (cf. Mc 3, 1-6). Los doctores de la ley regañaban a Jesús porque curaba el día sábado, hacía el bien en sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud, hacer el bien: y esto va siempre en primer lugar”.
La Iglesia invita a la oración continua por los propios seres queridos afectados por el mal, recordó el Papa, por lo que aclaró que “la oración por los enfermos no debe faltar nunca”. “Es más, debemos rezar aún más, tanto personalmente como en comunidad”, insistió el Papa. Y recordó el pasaje evangélico de la mujer cananea (cf. Mt 15, 21-28) en el que una mujer pagana suplica a Jesús que cure a su hija. “Jesús, para poner a prueba su fe, primero responde duramente: «No puedo, primero debo pensar en las ovejas de Israel». La mujer no retrocede —una mamá, cuando pide ayuda para su criatura, no se rinde jamás; todos sabemos que las mamás luchan por los hijos— y responde: «También a los perritos, cuando los amos están saciados, se les da algo», como si dijese: «Al menos trátame como a una perrita». Entonces Jesús le dijo: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas»”, relató Francisco.
Pese a las dificultades a las que nos enfrentan las enfermedades, reflexionó además el Papa, “el tiempo de la enfermedad hace crecer la fuerza de los vínculos familiares”. En ese sentido instó a “educar a los hijos desde pequeños en la solidaridad en el momento de la enfermedad. Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, aridece el corazón”.
En otro bello episodio de su catequesis, el Papa ponderó al padre y a la madre que asisten al trabajo con el cansancio de haber pasado en velo cuidando a un familiar: “Cuántas veces vemos llegar al trabajo a un hombre, una mujer, con cara de cansancio, con una actitud cansada y al preguntarle: «¿Qué sucede?», responde: «He dormido sólo dos horas porque en casa hacemos turnos para estar cerca del niño, de la niña, del enfermo, del abuelo, de la abuela». Y la jornada continúa con el trabajo. Estas cosas son heroicas, son la heroicidad de las familias. Esas heroicidades ocultas que se hacen con ternura y con valentía cuando en casa hay alguien enfermo”.
Incluso, insistió el Papa, “la debilidad y el sufrimiento de nuestros afectos más queridos y más sagrados, pueden ser, para nuestros hijos y nuestros nietos, una escuela de vida”. Por eso el papa instó a educar a los hijos y nietos “en la comprensión de esta cercanía en la enfermedad en la familia”.
Para concluir, el Papa se refirió al acompañamiento de las comunidades cristianas ante la familia que sufre la enfermedad. “Debemos decir gracias al Señor por las hermosas experiencias de fraternidad eclesial que ayudan a las familias a atravesar el difícil momento del dolor y del sufrimiento. Esta cercanía cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro para una parroquia; un tesoro de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace comprender el reino de Dios mejor que muchos discursos. Son caricias de Dios”, concluyó Francisco.
Jesús nos restituirá en familia a todos
En su siguiente catequesis, palabras de enseñanza que dirige el Papa cada miércoles a la audiencia que se congrega en el Vaticano para oírlo, abordó uno de los temas más fuertes a los que se enfrentan las familias: la muerte de un ser querido.
“La muerte es una experiencia que concierne a todas las familias, sin ninguna excepción. Es parte de la vida; sin embargo, cuando toca a los afectos familiares, la muerte no nos parece jamás natural”, expresó el Papa, y ahondó en una de las circunstancias más dolorosas. “La pérdida de un hijo o de una hija es como si detuviera el tiempo: se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro”, definió Francisco.
Pero aún en los escenarios más dolorosos, “podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el Señor ha vencido la muerte de una vez por todas”, invitó el Papa. “Nuestros seres queridos no desaparecieron en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios”, explicó, y clamó: “El amor es más fuerte que la muerte”.
Por eso, continuó Francisco, “el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos custodiará hasta el día en el cual cada lágrima será secada (…). Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una solidaridad más fuerte de los vínculos familiares, una nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza”.
Francisco invitó a expresar de una manera “más concreta el sentido de la fe en relación a la experiencia familiar del luto”. “No se debe negar el derecho al llanto, debemos llorar en el luto”, invitó el Papa, pero a la vez llamó a “tomar del testimonio simple y fuerte de tantas familias que han sabido captar, en el durísimo pasaje de la muerte, también el seguro pasaje del Señor crucificado y resucitado con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos”. “Recordemos aquel gesto de Jesús: ‘Y Jesús lo restituyó a su madre’. Así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontraremos, cuando la muerte sea definitivamente vencida en nosotros. Ella está vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a todos!”, concluyó Francisco.