(Nota publicada recientemente en la Revista Vida)
La incontinencia urinaria afecta a cerca del 30 % de la población. Aumenta con la edad y puede ser desde leve hasta muy severa. La incontinencia fecal se presenta con menor frecuencia, pero ocurre hasta en el 18 % de la población (casi 1 persona cada 5). Distintos tratamientos permiten retomar el control y mejorar la calidad de vida. La clave es consultar con los que saben: coloproctólogos, uroginecólogos y urólogos.
Quienes tienen el problema, suelen demorar el diagnóstico por vergüenza, viven aislados y sufren en silencio. A los 57 años, Marta R. llevaba una vida apacible. Sin embargo, un problema impensado comenzó a opacar sus días y no se animaba a hablarlo con nadie. Sentía vergüenza. Primero, fueron esas súbitas sensaciones de apuro, de “no llegar” y también algunas pequeñas pérdidas, casi imperceptibles. Pero el problema empeoró y se hizo más complejo. No solamente tenía serias dificultades para contener sus imprevistos deseos de orinar, sino que también se le hacía cada vez más complicado manejar voluntariamente el control de la evacuación intestinal. Los pañales para adultos y la ropa interior adaptada al problema eran parte de sus elementos de uso cotidiano. Desesperada, Marta ya no se animaba a salir de casa sin un auténtico kit de emergencia para cambiarse después de cada eventual episodio. Y si la salida no aseguraba tener un baño cerca, prefería quedarse en casa. Su personalidad cambió. Se volvió poco sociable, hosca, estaba siempre tensa.
Después de más de un año de sufrir en silencio, Marta se animó a pedir ayuda médica. Y lo que ocurrió fue toda una sorpresa: ella no estaba sola. La incontinencia –tanto urinaria como fecal– era un problema mucho más común de lo que pensaba. Y existían, además, distintos tratamientos para abordarlo en forma exitosa con tasas de recuperación que pueden alcanzar hasta el 90 %.
Consulta: clave
“Es frecuente que los pacientes se resignen frente a estos trastornos y no consulten. Sin embargo, los especialistas de las áreas de coloproctología, uroginecología y urología pueden brindarles orientación. Es vital la consulta para que médico y paciente puedan trabajar juntos y buscar una solución que permita a quienes sufren estos trastornos llevar una vida normal”, explica el Dr. Guillermo Rosato, médico del Servicio de Coloproctología del Hospital Universitario Austral.
En tanto, la incontinencia urinaria es definida como la incapacidad para controlar y retener la evacuación del contenido vesical; la incontinencia anal consiste en la incapacidad de controlar y contener la evacuación del contenido del recto. Un factor adicional que complica ambas situaciones es la urgencia que, según explica el Dr. Rosato, es la “necesidad imperiosa de evacuar el contenido de la vejiga o el recto”, lo que da lugar a unos de los fantasmas más temidos de ambos problemas: los “escapes” involuntarios. Ambas situaciones pueden presentarse, además, con distintos grados de severidad.
Esfuerzo y urgencia
“La incontinencia de orina no es una condición que ponga en peligro la vida del paciente, pero que sí afecta notablemente su calidad de vida”, puntualizó el Dr. Ignacio Luis Serra, del Servicio de Urología del Hospital Universitario Austral. En términos generales, el especialista agregó que la incontinencia de orina es de 2 a 3 veces más frecuente en mujeres que en varones. “En promedio –dijo el Dr. Serra– la padece del 20 % al 30 % de la población. Al llegar a la mediana edad, la proporción se sitúa entre el 30 % y el 40 %. Pero en los ancianos trepa al 50 % y aún más, tanto que se la considera parte del síndrome geriátrico”.
Según el estudio Epicont, realizado en Noruega sobre casi 28.000 mujeres, un 25 % de las mayores de 20 años (es decir, una de cada 4 personas) manifestó algún tipo de incontinencia urinaria. Entre los hombres, un tercio sufre la pérdida del control de su vejiga en su adultez. Según estudios poblacionales en el Reino Unido, Estados Unidos y Australia, la incontinencia fecal ocurre hasta en el 18 % de la población. “Y solo entre el 15 % y el 45 % de quienes lo padecen buscan asesoramiento. Es decir, más de la mitad sufre en silencio”, puntualizó el Dr. Rosato.
Los Dres. María Emilia Alcoba Gutiérrez y Agustín Sampietro, del Servicio de Uroginecología del Austral, detallaron que existen distintos tipos de incontinencia, pero las principales son la incontinencia de esfuerzo y la de urgencia. “La de esfuerzo ocurre cuando se experimentan pérdidas de orina al toser, reír, hacer ejercicio. La de urgencia es la que sucede cuando aparecen súbitas ganas de orinar y no hay tiempo de llegar al baño”. Entre las mujeres jóvenes, predomina la incontinencia urinaria de esfuerzo; la de urgencia es más frecuente a partir de la menopausia. Los partos (en especial, cuando han sido varios), la obesidad y los problemas de marcha son las causas más frecuentes de la incontinencia urinaria de esfuerzo. “Es que cuando la cabeza del bebé pasa por el canal de parto hay ligamentos que se rompen y que son los encargados de sostener a la uretra”, agregó la Dra. Alcoba Gutiérrez. “La incontinencia de urgencia, en cambio, es a menudo idiopática (no se conoce la causa) o a consecuencia de muy diferentes cuadros, desde trastornos neurológicos, pasando por infecciones, cálculos, tumores o radioterapia”, explicó el Dr. Serra.
“Entre el 40 % y el 80 % de los hombres mayores de 75 años sufre este tipo de incontinencia”, dice el urólogo. Generalmente, la urgencia y la imposibilidad de controlar la micción son a consecuencia del agrandamiento benigno de la próstata (hiperplasia prostática benigna). Pero también puede ocurrir en casos de vejiga hiperactiva (orinar más de 8 veces por día o más de 2 por la noche, tener ganas repentinas de orinar y sufrir pérdidas de orina después de haber sentido esa súbita urgencia miccional). A diferencia de lo que ocurre con la mujer, en el hombre la incontinencia de esfuerzo es poco frecuente y su causa más común es la cirugía donde se quita completamente la próstata (prostatectomía radical).
Las soluciones
Como la incontinencia femenina de esfuerzo suele estar vinculada a la hipermovilidad de la uretra, los ejercicios de Kegel son una buena opción terapéutica para mejorar el bajo tono de la musculatura del suelo o piso pélvico porque trabajan en la contracción de esos músculos. “Los ejercicios del piso pelviano o de Kegel deben hacerse con un kinesiólogo especializado –advierte la Dra. Alcoba Gutiérrez. Hay que realizarlos con una frecuencia determinada cada día, con repeticiones específicas. Son, como mínimo, 6 sesiones separadas una vez por semana, pero después hay que seguir haciendo el tratamiento. La rehabilitación lleva su tiempo, y la tasa de curación es del 80 %, sobre todo en casos de incontinencia leve”. Estos ejercicios también pueden ser realizados por los hombres. Pero no siempre son suficientes para solucionar el problema.
“En casos más avanzados, en las mujeres se puede realizar una cirugía antiincontinencia con malla o sling que sostiene la uretra –agregó la médica uroginecóloga. Con esta cirugía, la rehabilitación es inmediata en casi al 90 % de los casos”. Cuando la incontinencia, en cambio, es de urgencia (la sensación del “no llego, no llego”), los escalones terapéuticos también empiezan por los ejercicios de Kegel y el cambio de hábitos. “Después se pueden indicar distintos fármacos, que evitan o disminuyen la contracción de la vejiga”, explicó el Dr. Serra.
El siguiente paso terapéutico contempla a la neuromodulación sacra y a la aplicación de toxina botulínica en la vejiga, siendo ambas intervenciones ambulatorias que no demandan internación. En cuanto a la aplicación de toxina botulínica, esta funciona bien, pero hay que repetirla cada 6 u 8 meses. La neuromodulación sacra es indicada en el manejo de la frecuencia, urgencia y retención urinaria cuando no existe un proceso obstructivo asociado “y no hubo respuestas a terapias conductuales o manejo farmacológico”, comentó el Dr. Serra. En tanto, la Dra. Alcoba Gutiérrez señaló que “la neuromodulación sacra (NMS) consigue altas tasas de éxito pero, a diferencia del bótox, que debe repetirse periódicamente, es una terapia para toda la vida si es efectiva. Lo único que se recambia es la batería del dispositivo, que dura 5 años o más”.
El Dr. Guillermo Rosato añade que la NMS es una opción muy apropiada para tratar no solo la incontinencia urinaria, sino también la de origen fecal. El sistema se compone de un electrodo conectado a un cable delgado y a un neuroestimulador, un dispositivo cuyo tamaño es de 3 cm de diámetro y pesa 22 gr., que es implantado en la zona subcutánea glútea. Este electrodo, ubicado cerca de los nervios sacros, permite que se controle la función de la vejiga y los esfínteres. Una vez en funcionamiento, el neuroestimulador administra leves impulsos eléctricos para estimular estos nervios y ayudar a controlar los síntomas de la incontinencia urinaria y fecal.
“A diferencia de otras opciones, médicos y pacientes pueden evaluar la eficacia de esta terapia a través de una prueba que dura 1 ó 2 semanas y comprobar que alivia los síntomas antes de avanzar con el implante final –aclara el coloproctólogo-. También es importante recalcar que una vez colocado el implante, el tratamiento es reversible; es decir, puede ser interrumpido en cualquier momento si se apaga o se extrae quirúrgicamente el dispositivo del cuerpo”.