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«Mi calidad de vida no solo mejoró un 100 % sino que, a pesar de las cirugías, pude ser mamá”

Jueves 25 de enero

Patricia Simionato, paciente de la Unidad de Endometriosis y Dolor Pelviano Crónico, nos comparte su historia:

«El Dr. Rebagliati una vez me dijo: ‘Sufrir no es normal’, palabras que he hecho propias y que repito a todas las mujeres de mi círculo que padecen dolores crónicos.

Si no la detectás a tiempo o caés en manos inexpertas, la endometriosis pone en juego no solo tu calidad de vida: es además una de las principales causas de infertilidad en mujeres. Y la gran mayoría no lo sabe, lo desconoce, algo que también incluye a médicos ginecólogos, aunque resulte difícil de creer. Por eso, la importancia de estar atendida por profesionales que saben del tema y tienen experiencia es crucial.

Antes de descubrir que tenía endometriosis, viví durante años con dolores y malestares. Mi entorno me decía que era genético, que no había nada por hacer. Yo misma lo normalicé. Pero cuando decidí ser mamá, los dolores se tornaron realmente insoportables. En esos días, no podía ni caminar ni manejar ni seguir con mi vida cotidiana.

Entonces recurrí a mi ginecóloga, que me realizó una serie de estudios. Viendo que todo ‘estaba bien’, me derivó a un gastroenterólogo, y así comencé a ir de médico en médico, pero ninguno lograba dar con el diagnóstico correcto y el cuadro se intensificaba cada vez más.

 

 

Realicé entonces una consulta con un ginecólogo del Hospital Universitario Austral, que me derivó a la Unidad de Endometriosis y Dolor Pelviano Crónico. El día 1, el Dr. me hizo un chequeo y pudo determinar qué me pasaba; tenía, ¡por fin!, un diagnóstico. Preocupado por el tiempo transcurrido, rápidamente programaron mis cirugías, que fueron dos porque ya tenía afectados los intestinos.

Y aquí quisiera hacer énfasis en la calidez humana de todos los doctores de este Hospital, siempre atentos y preocupados por mi bienestar, porque no sintiera dolor, porque no tuviera dudas, por no dejar ningún aspecto librado al azar.  Me sentí no solo bien atendida sino también cuidada y de alguna manera ‘salvada’. Me explicaron cada detalle de lo que tenía por delante, me dieron seguridad y no permitieron que continuara sufriendo.

Mi calidad de vida no solo mejoró un 100 % sino que, a pesar de las cirugías, pude ser mamá”.

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