No sé si eras blanco, negro, alto o bajo. Si eras rico o pobre. Si eras católico, judío, musulmán o directamente no creías en nada. Nunca pude conocer cuáles eran tus gustos, tu pasión. Si te gustaba hacer deportes o no. Nunca supe de qué trabajabas o qué estudiabas. Nunca supe nada de vos ¡y es raro, porque te quiero tanto! Hace dos años que pienso todos los días en vos y en tu familia. Recé por ustedes las últimas 730 noches. Y las voy a seguir rezando, ¡Me encantaría que sepan lo bien que estoy ¡tengo tanto para agradecerles!
No sé quién sos, pero sí sé que me salvaste la vida. Sí sé que me diste una segunda oportunidad. Sí sé que le devolviste a Delfi su Tin, a Joaqui su papá, a mis viejos su hijo y a Gor, Guido, Oli y Minu, su hermano, su cuñado, su padrino y su tío. Sí sé que algún día nos vamos a encontrar y nos vamos a reconocer… ¡y qué abrazo nos vamos a dar!
Hace varios años que me acompañas, y tengo pensado que me acompañes por muchísimos más. Es mi deseo que este día tan especial, donde se mezclan la alegría y el festejo de mi lado, con la tristeza y el recuerdo del tuyo, encuentre a ambas familias en paz. Y en especial deseo que tu familia tenga la tranquilidad de que la decisión que tomó hace dos años en medio de una tristeza infinita y creyendo en los milagros, valió la pena… el milagro se cumplió: donó órganos, salvó vidas.
Gracias todas… todas juntas.
Martín Graziani fue sometido a un trasplante de hígado de un donante cadavérico en octubre del 2011 en el Hospital Universitario Austral.