Así como entrenamos otras partes del cuerpo para mantenerlas en forma, los ojos también necesitan ejercicios y hábitos saludables que los ayuden a rendir mejor cada día. Se trata, después de todo, de uno de los órganos más complejos del ser humano por su estructura intrincada, su forma de funcionamiento, su capacidad para adaptarse a diferentes condiciones lumínicas y su conexión directa al cerebro. Adoptar estrategias simples puede contribuir notablemente a fortalecer la vista, aliviar la tensión ocular, mitigar la fatiga y prevenir molestias a largo plazo. Algo especialmente importante en estos tiempos de sobreexposición visual, mayormente a causa de las omnipresentes pantallas -del celular, el televisor, la tablet, la computadora-.
“Uno de los métodos más recomendados para descansar la salud ocular es la regla 20/20/20, un ejercicio fácil de practicar en cualquier situación y muy efectivo. Consiste en pausar la lectura o el uso de dispositivos cada 20 minutos, y mirar a 20 pies de distancia (o sea, unos seis metros) durante 20 segundos. Esto permite relajar el músculo ciliar, responsable de la acomodación visual, y reduce la fatiga ocular que puede ocasionar sequedad, visión borrosa, cefaleas”, comparte el doctor Javier Ocampos, oftalmólogo del Hospital Universitario Austral.
Otros ejercicios valiosos incluyen alternar la mirada entre un objeto cercano y otro lejano por unos segundos, para entrenar la flexibilidad y capacidad de enfoque; realizar movimientos oculares en distintas direcciones para abonar a la movilidad; masajear suavemente la zona para relajar la tensión y mejorar la circulación; o bien, parpadear conscientemente para favorecer la hidratación natural.
“Optimizar la iluminación es clave”, prosigue el experto sobre hábitos para mantener la salud ocular: “Hay que evitar reflejos y deslumbramientos en las pantallas, ajustar el brillo y contraste de los dispositivos, y priorizar la luz natural siempre que sea posible”. Asimismo, explica el profesional que es fundamental mantener una distancia adecuada con las pantallas.
Otro aspecto a considerar es la protección solar, según el oftalmólogo, que al respecto resalta “la importancia de usar anteojos de sol con protección UV para evitar daños por la exposición a la luz solar”. Aún con gafas tintadas, empero, recuerda que siempre hay que evitar mirar directamente a esta estrella.
Evitar frotarse excesivamente los ojos es otro consejo relevante. “En caso de sequedad ocular, lo mejor es utilizar lágrimas artificiales en lugar de frotarse. Para quienes sufren alergias, existen gotas específicas que ayudan a aliviar el prurito”, advierte el Dr. Ocampos.
Muchos olvidan o desconocen que la alimentación tiene un impacto significativo en la salud ocular. Consumir una dieta rica en vitaminas, minerales y antioxidantes puede ayudar a prevenir enfermedades como la degeneración macular y el ojo seco. Así lo plantea el Dr., revelando que “los ojos, al igual que el resto del cuerpo, necesitan nutrientes específicos para funcionar correctamente. Algunos alimentos pueden reducir la inflamación, proteger las células de la retina y mejorar la calidad de la película lagrimal”.
La vitamina A, presente en zanahorias, batatas y espinacas, es clave para la visión nocturna y la hidratación ocular. La vitamina C, que se encuentra en cítricos, frutillas y pimientos, es un potente antioxidante que protege contra el daño celular. La vitamina E, disponible en frutos secos, aceites vegetales y paltas, cumple una función similar. Además, la luteína y la zeaxantina -en espinacas, maíz y yema de huevo- filtran la luz azul y reducen el riesgo de enfermedades oculares. El omega 3, presente en pescados grasos como el salmón y en semillas de chía, favorece la producción de lágrimas y reduce la sequedad ocular. Mientras que el zinc, que se obtiene de carnes, mariscos y legumbres, contribuye a la función de la retina y previene la degeneración macular.
“Aunque solemos asociar la actividad física con el bienestar cardiovascular o muscular, también juega un papel clave en la prevención de enfermedades oculares y en la mejora de la circulación sanguínea en los ojos”, revela Ocampos. Cuenta que, entre sus múltiples beneficios, el ejercicio físico mejora la circulación sanguínea, favoreciendo el adecuado flujo de oxígeno y nutrientes hacia la retina y el nervio óptico, lo que reduce el cansancio visual y el riesgo de padecer enfermedades oculares degenerativas. Además, previene enfermedades que afectan directamente la vista; como la diabetes tipo 2, que puede llevar a una retinopatía diabética; o la hipertensión y colesterol alto, factores que aumentan las chances de desarrollar glaucoma. Asimismo, mantenerse activo alivia el estrés y promueve un mejor descanso, lo que redunda en mejor regeneración ocular y una producción adecuada de lágrimas.
Con la vuelta al colegio a la vuelta de la esquina, la lista de preparativos suele incluir útiles escolares, uniformes y mochilas. Sin embargo, hay un paso que muchas veces pasa desapercibido: el control oftalmológico. Los niños pueden tener dificultades para identificar si ven bien o no; por eso, problemas comunes a menudo pasan desapercibidos hasta que comienzan a afectar su desempeño escolar o sus interacciones sociales. Según el doctor Ocampos, un examen preventivo antes del inicio de clases permite descartar alteraciones visuales que podrían impactar en su aprendizaje y bienestar general.
“En los últimos años, hemos observado un aumento en la detección de problemas oculares en chicos y chicas, en parte debido al uso excesivo de pantallas y a la reducción del tiempo de juego al aire libre. Entre las enfermedades más habituales se encuentran la miopía, es decir, la dificultad para ver objetos lejanos como el pizarrón, asociada al esfuerzo constante por enfocar en pantallas, y la hipermetropía, o sea, problemas para ver de cerca, lo que puede dificultar la lectura y la escritura”.
Otros motivos frecuentes de consulta son el estrabismo -desalineación ocular que puede afectar la percepción de profundidad y generar visión doble-; la ambliopía -reducción de la visión en un ojo debido a una mala conexión con el cerebro, generalmente causada por problemas de refracción o estrabismo-, el astigmatismo -visión borrosa o distorsionada a cualquier distancia, debido a una curvatura irregular de la córnea-, el ojo seco –sensación de arenilla y fatiga ocular, agravada por el uso prolongado de pantallas- y problemas de enfoque y convergencia, es decir, cansancio visual y dificultad para leer durante períodos prolongados.
Además de los controles médicos regulares, hay hábitos que pueden ayudar a proteger la salud ocular infantil. El doctor Ocampos destaca especialmente el valor de fomentar las actividades al aire libre. “Pasar más tiempo en espacios abiertos reduce el riesgo de desarrollar miopía y favorece la salud visual”, explica el oftalmólogo, quien también sugiere implementar pautas como la regla 20/20/20 y limitar el uso de pantallas “para evitar fatiga ocular y prevenir problemas de enfoque”. Al respecto, cabe recuperar la recomendación de la Organización Mundial de la Salud: que menores de 2 años no usen pantallas; de 2 a 4, no más de una hora; y con entre 5 y 17, 120 minutos a lo sumo.
Pese a que ciertos síntomas requieren atención médica inmediata (por ejemplo, ver borroso o doble, perder repentinamente la visión, notar destellos de luz, manchas o moscas volantes, sentir dolor intenso, tener ojos rojos persistentes, sequedad extrema o sensación de cuerpo extraño, inflamación de párpados), siempre es fundamental hacerse revisiones oculares en forma periódica. Los hábitos saludables -como el ejercicio y la buena alimentación- no sustituyen la consulta con un profesional.
En los recién nacidos, por caso, “se realiza el primer examen dentro de los primeros tres meses de vida, con especial énfasis en el fondo de ojos, para detectar posibles anomalías congénitas. Luego, se recomienda una nueva evaluación al año de edad, para descartar la presencia de estrabismo, cataratas congénitas o problemas refractivos”, apunta el especialista. En niños con entre 2 y 3 años, los controles permiten descubrir a tiempo afecciones como la ambliopía (u ojo vago), la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo.
Ya en edad escolar, la frecuencia de los chequeos dependerá de si el niño utiliza anteojos o presenta problemas de visión: en estos casos, las consultas deben ser anuales, mientras que, en ausencia de síntomas, pueden espaciarse hasta dos años.
En jóvenes adultos de entre 19 y 39 años, se recomienda una revisión cada dos o tres años, salvo que existan antecedentes de patologías oculares o factores de riesgo como diabetes, además del uso de lentes. A partir de los 40 años, los controles deben volverse más frecuentes, con evaluaciones anuales, ya que en esta etapa aumentan las probabilidades de desarrollar presbicia, glaucoma, degeneración macular o cataratas. También es aconsejable que mayores de 60 visiten al oftalmólogo cada año para detectar enfermedades como las cataratas, el glaucoma o la degeneración macular relacionada con la edad (DMRE).