“Lo dejo para después”, es una frase que seguramente resuene en muchas mujeres cuando de programar sus controles ginecológicos se trata. Sin embargo, postergar estas visitas puede tener consecuencias serias: muchas enfermedades ginecológicas no presentan síntomas en sus etapas iniciales, por lo que el control a tiempo es clave para prevenir y detectar diversas patologías. Así lo destaca el doctor Juan Carlos Balparda, jefe del servicio de Ginecología del Hospital Universitario Austral, en una charla imperdible en la que despeja toda clase de dudas: cuándo y con qué frecuencia realizarse controles, qué tipo de estudios hacerse en cada momento de la vida, qué papel juega la genética…
JCB: La edad recomendada puede variar según diferentes factores, pero, en general, se recomienda que las mujeres comiencen a visitar al ginecólogo desde su primera actividad sexual o a partir de los 20 años.
JCB: En la adolescencia, las consultas suelen centrarse en la educación y la información sobre salud sexual y reproductiva. En esta instancia, no se recomienda el Papanicolaou (Pap), un examen sencillo que permite detectar lesiones en el cuello uterino, a menos que exista un historial de actividad sexual o factores de riesgo para enfermedades de transmisión sexual (ETS). A partir de los 21, lo conveniente es realizarse un examen genito-mamario anual y un Pap cada 3 años. Entre los 30 y 64, se agrega la prueba de HPV al Papanicolaou, estudio conjunto que se conoce como Co-Test y que, en caso de ser negativo, se repite cada 5 años. Desde de los 40, se añade la mamografía anual, que puede solicitarse antes según los antecedentes de la paciente. Además de estos controles básicos, a veces son necesarios otros estudios complementarios, como la ecografía transvaginal y la ecografía mamaria, según las necesidades específicas de cada caso y el criterio médico.
JCB: Como decía antes, estos chequeos son fundamentales para identificar y brindar el tratamiento adecuado a una amplia gama de enfermedades ginecológicas, entre las que se encuentran:
JCB: Te doy un ejemplo que, a mi entender, resulta ilustrativo: la detección temprana y el tratamiento de lesiones del cuello uterino pueden reducir el riesgo de cáncer de cuello hasta en un 90 %. La mamografía es otro ejemplo nítido: es el único método de imágenes que ha demostrado bajar en entre un 30 y un 40 % la mortalidad por cáncer de mama, además de reducir la incidencia en casos avanzados.
JCB: Es importante que vaya al médico ante cualquier anormalidad o cambio en su salud ginecológica que note. Por ejemplo, si detecta la presencia de un nódulo en la mama o axila. Si tiene sangrado irregular entre períodos, después de la menopausia o después de las relaciones sexuales. Si su dolor pelviano o dolor menstrual no se alivia con analgésicos. Si sangra excesivamente durante el período o directamente no menstrúa. Si sus secreciones vaginales tienen mal olor o color atípico. Si nota cambios en la vulva, como bultos, úlceras o alternaciones en la pigmentación de la piel.
JCB: Además de llevar a cabo los citados controles, es importante que las mujeres mantengan una dieta equilibrada y hagan ejercicio regularmente; que estén informadas sobre cómo prevenir enfermedades de transmisión sexual y tomen los recaudos pertinentes; que tengan un peso saludable; que no fumen, en tanto el cigarrillo aumenta el riesgo de desarrollar cánceres ginecológicos.
JCB: Las vacunas contra el HPV juegan un papel crucial en la prevención de lesiones y cánceres asociados con este virus, como el de cuello uterino, los anales vulvares, los vaginales y laríngeos. Generan inmunidad a largo plazo, además de tener un efecto heredado; es decir, la vacunación de una persona puede reducir la transmisión de HPV a otras. Lo más importante es que reducen la morbilidad y mortalidad asociadas con el HPV.
JCB: En algunas enfermedades ginecológicas, sí. Por ejemplo, la mutación en los genes BRCA 1 y BRCA 2 aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de mama y de ovario.
JCB: Se sugiere en ciertas situaciones puntuales; por ejemplo, cuando hay historia familiar de cáncer de mama u ovario; cuando la paciente tiene estas patologías a temprana edad; cuando hay sospecha de síndrome de Lynch.
JCB: Hay varios y muy significativos. Técnicas de diagnóstico avanzadas -como la ecografía 3D o 4D y la resonancia magnética- han mejorado notablemente la precisión en el diagnóstico de enfermedades ginecológicas. La cirugía laparoscópica y robótica mínimamente invasivas, por su parte, han revolucionado los procedimientos quirúrgicos, ofreciendo una recuperación más rápida y menos complicaciones postoperatorias.
En el campo de las vacunas, la aprobación de GARDASIL 9 -la primera vacuna nonavalente que protege contra 9 tipos de VIRUS de HPV- ha probado ser efectiva en la prevención de cánceres cervicales, vulvares, vaginales y anales. También se han realizado avances destacables en la comprensión de las causas genéticas de enfermedades ginecológicas, que permiten identificar factores de riesgo hereditarios.
Además, solo en los últimos años ha habido avances en oncología ginecológica realmente importantes: los inhibidores del PARP, las terapias dirigidas y la inmunoterapia, por ejemplo. Por supuesto, es clave que la medicina siga avanzando, investigando y creando nuevas tecnologías y tratamientos.