Los berrinches comienzan a aparecer a partir de los dos años, y a veces antes. No en vano, se habla de esta edad como «Los temidos dos años».
El niño necesita reafirmarse. Quiere comenzar a decidir, y manifiesta sus preferencias e intereses. Si a esto sumamos que aún no es capaz de gestionar bien sus emociones y, que con frecuencia es obstaculizado en prácticamente todas sus acciones y sus deseos, los berrinches van apareciendo y repitiéndose cada vez más. Es como una rebelión natural del niño, en su lucha por seguir lo que marca su naturaleza.
La Dra. Montessori decía que en cuanto el niño comienza a caminar los padres cambian su mirada hacia él. Empieza a aparecer el «NO» en el vocabulario de los padres. Llegamos a considerar al niño como un «perturbador de paz».
Los adultos vamos poniendo condicionamientos a su desarrollo natural para adaptar sus necesidades a las nuestras y esa esencia natural se va desnaturalizando. Es como si cerráramos la puerta que canaliza su energía con frases como: «no toques eso que se rompe», «no te subas ahí», «quedate quieto».
El niño es frenado en una gran parte de sus acciones, y en ocasiones hace que los padres “perdamos la cabeza”, y reaccionemos de forma desproporcionada, lo cual resulta en más berrinches.
El niño es bueno, el niño NO nos manipula. Debemos dar respuesta a sus necesidades para que aflore esa personalidad natural que está en él. No podemos intentar combatir estas conductas con castigos, gritos o amenazas, porque vamos a alejar al niño de su verdadera esencia.
Aceptar al niño tal como es representa renunciar al niño con el que se había soñado, despedirse del niño modelo que se imaginaba. El niño que tenemos delante es real y aceptarlo es ayudarlo a aceptarse a sí mismo. Reconocer su individualidad y su personalidad es amarlo. Al acompañar al niño en su crecimiento debemos dar el ejemplo de paz, la paz es un arte que se aprende desde temprano a pequeña escala, al igual que aceptar al otro y reconocer sus derechos. Es la condición de la tolerancia: considerar que todos somos dignos de respeto, creando un ambiente afectuoso y benevolente.