¿Las emociones se construyen o nacen con él bebe?
El niño tiene, desde su nacimiento, la capacidad fundamental de relacionarse socialmente. Pero podrá desarrollarla, siempre y cuando haya alguien, el cuidador primario, disponible para establecer esta relación social. Por eso, se puede pensar que para el bebé no es posible desarrollarse en soledad. Las experiencias afectivas con sus cuidadores primarios en los primeros años de vida tienen una enorme influencia a favor del desarrollo cognitivo, social y emocional.
¿Cómo es ese aprendizaje emocional?
En la primera infancia, el niño carece de la capacidad de regular por sí mismo sus estados emocionales y queda a merced de reacciones emocionales intensas. La regulación afectiva solo puede tener lugar en el contexto de una relación con otro ser humano. El contacto físico y emocional —acunar, hablar, abrazar, tranquilizar— permite al niño establecer la calma en situaciones de necesidad e ir aprendiendo a regular por sí mismo sus emociones.
¿Influyen estos vínculos en el desarrollo cerebral de nuestros hijos?
El desarrollo del cerebro del infante depende en parte de las experiencias que vive. El vínculo temprano tiene un impacto directo en la organización cerebral. Existen períodos específicos, llamados períodos ventana, en los que se requieren determinados estímulos para el óptimo desarrollo de algunas áreas cerebrales. Esta estimulación adecuada depende del establecimiento de un vínculo temprano satisfactorio. Un niño es el producto de un entrecruzamiento entre la biología con la que nace, el contexto en el que se cría y la capacidad psíquica y mental que va constituyendo.
¿Cómo promover un desarrollo emocional favorable?
De 0 a 6 meses
- Atender y responder a las necesidades y los deseos del bebé para su alimentación, sueño e higiene: “Un niño crece con amor y proteínas”.
- Organizar rutinas para las actividades del bebé: la comida, el juego, el sueño.
- Responder a sus vocalizaciones y a sus movimientos.
- Mostrar disponibilidad para consolar o tranquilizar al niño.
- Comunicar afecto y ternura al bebé a través de palabras, besos, caricias, miradas.
De 7 a 12 meses
- Jugar a cubrirse la cara con un trapo para que el bebé la destape y luego que se tape él (construcción de la diferencia entre la presencia y la ausencia, entre el yo y el mundo externo).
- Ubicarse con el bebé frente al espejo para que se reconozca.
- Ofrecerle juguetes u objetos de diferentes formas, texturas y colores para que experimente la diferencia entre ellos.
- Hablar con él/ella.
De 13 a 24 meses
- Organizar tiempos para leer o mirar libros con el niño. Cuando es muy pequeño, se puede imitar sonidos y voces diferentes para ganar su atención.
- Jugar a formar torres con cubos, cajitas o vasitos de plástico como los de yogurt. Permitirle que las derribe para armarlas otra vez (ejercitación del dominio muscular con el que se construye el conocimiento del mundo; es un cierto grado de agresividad necesaria y esperable en el desarrollo).
- Usar un lenguaje claro y sencillo para explicarle las cosas.
- Compartir actividades con el niño comentando las cosas que realiza o puede hacer.
De 25 a 36 meses
- Promover todas las actitudes que tiendan a la independencia y la autonomía: estimular el contacto social, comenzar el control de esfínteres, promover cierta autonomía en la higiene personal: alentar al niño a intentar lavarse o vestirse solo, a ir a dormir solo.
- Incitar al niño a cumplir consignas sencillas, a controlar sus impulsos, a esperar su turno, a aceptar consignas de orden.
- Estimular la adquisición de la lengua materna, en palabras o frases cortas, utilizando el “yo” y otro uso adecuado de pronombres (mío, tuyo, etc.). Ampliar el relato sobre los sucesos de su vida. Ayudarlo a reconocer los lugares familiares por su nombre.
Fuentes:
•Desarrollo emocional. Clave para la primera infancia UNICEF DE 0 A 3 AÑOS Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) buenosaires@unicef.org www.unicef.org.ar •Fundación Kaleidos Abril 2012. Dabas, E. y D. Najmanovich (comps.) (1995): Redes. El lenguaje de los vínculos. Buenos Aires: Paidós. Fivaz-Depeursinge, E. y E. Corboz-Warnery (1999): The Primary Triangle: A Developmental Systems View of Mothers, Fathers, and Infants. Nueva York: Basic Books.