En primer lugar ¿qué es una conducta?
Podríamos decir, que es todo aquello que puede ser observado objetivamente, como movimientos, expresiones faciales o diferentes acciones.
En nuestra vida hay conductas que son reflejas y otras son aprendidas, estas tienen una consecuencia, y esta consecuencia podrá ser “reforzadora “, es decir ayudará a que la conducta aparezca, o bien puede tener una consecuencia “castigadora”, la cual hará que la conducta disminuya o desaparezca.
En general nuestras conductas están determinadas por el ambiente, por los estímulos ambientales y se relacionan con las consecuencias que desencadenan.
Ahora bien, y ¿cuándo esta conducta es disruptiva? Nos referimos con esto a conductas inadecuadas, que podrían ser en los niños, llantos y enojos, empujones, desobediencia, respuestas negativas a todo…
Estas conductas son de intensidad, duración o frecuencia desmedida, inadecuada para el contexto en que se desarrollan y producen aislamiento en el niño, enojo y frustración en los adultos.
En algunas ocasiones estas conductas nos pueden hacer sospechar algún trastorno del desarrollo y deberemos estar atentos y consultar con su pediatra de cabecera.
Pero en muchas situaciones estas conductas son un llamado de atención y nos quieren decir algo…
Son mas frecuentes, cuando los niños no pueden expresarse aun por la edad o por presentar un retraso en la adquisición del lenguaje, pero volviendo a lo anterior, muchas veces es una forma de comportamiento en determinados ambientes.
Y entonces … ¿Qué hacer?
La intervención deberá estar dirigida tanto al niño que la despliega como al entorno, este abarca el ambiente, las personas, qué pasa antes de que se desarrolle la conducta y después de haber ocurrido.
Deberíamos tomar medidas preventivas, como por ejemplo:
- VÍNCULO: demostrar cariño, confiar en ellos y decírselo. Poder ser capaces de interpretar ciertas señales y poder responder a ellas. Estar atentos a las situaciones que les generan la conducta disruptiva y poder ofrecer estrategias que mejoren la situación.
- COMUNICACIÓN POSITIVA: centrarse y reforzar los aspectos positivos, tratar de no decir NO para marcar lo que esta mal, decirlo en positivo. Por ejemplo: en lugar de decir «no grites», se puede decir «vamos a hablar tranquilos», o en lugar de «no corras», «vamos a caminar despacio». Siempre debemos con el ejemplo, no amenazar. Si la situación te está sobrepasado, también se puede solicitar ayuda.
- ANTICIPACIÓN: siempre explicar qué se va a hacer, que sepan qué va a ocurrir, cómo es la planificación del día, por ejemplo.
- También podemos tener MEDIDAS DE CONDUCTA que nos pueden ayudar, como por ejemplo: ofrecer tiempo afuera, enseñar a respirar profundo para recuperar la calma, enseñar acerca de las emociones y hablar acerca de ellas.
Por último… ¿Qué hacemos frente al berrinche?
- Mantenernos tranquilos, con control. Si nosotros nos desesperamos probablemente ellos también lo hagan y la situación empeore.
- Seguramente que si el niño perdió el control le va a llevar un tiempo regularse, por lo que seria importante mostrarles empatía, intentar hablar, explicarles que lo comprenden, poner en palabras la situación que desencadenó el enojo a veces ayuda.
- No llenarlos de palabras, esperar a que se calmen y ahí intentar elaborar una reflexión acerca de lo ocurrido.
- Interferir si se quiere lastimar o lesionar a otros y contenerlo.
- Cuando vuelve a la calma no reprochar ni sostener nuestro enojo. Nosotros somos su modelo.
- Actuar con confianza y seguridad.
Es muy importante no consolarlo ofreciendo lo que se ha negado y ha ocasionado el berrinche.
Tengamos en cuenta que estas conductas inadecuadas en los niños nos generan sentimientos encontrados, nos desafían a nosotros mismos y nos invitan a reflexionar acerca del manejo de nuestras propias emociones, porque como ya dijimos: nosotros somos su ejemplo.